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La música es muy importante en la vida salvadoreña. Las tribus originarias del actual territorio de este país hablaban náhuat (tribus mayas y pipiles), potón (tribu lenca), chortí (tribu chortí) y otras tribus como los cacaoperas, pokomanes, etc, también hacían parte de la población y del tejido lingüístico. Sin embargo no se sabe mucho de sus manifestaciones en cuanto a música.
Los pipiles, por ejemplo, utilizaban flautas y tambores, y de esos tiempos antiguos se resalta, al contacto con Europa, la canción conocida como Danza del Teponahuaste. Cuando se dio la mezcla cultural con los españoles, quienes prohibieron las manifestaciones autóctonas para favorecer el catolicismo, esa canción pasó a llamarse “Santo Tingo”, para evitar censuras.
Otra canción célebre, escrita en 1934, es El Carbonero. Es considerada como el segundo himno nacional salvadoreño, y coincide históricamente con el asesinato masivo de 25.000 indígenas en la dictadura de Maximiliano Hernández. La canción habla de una persona que baja de las montañas a vender carbón de madera en los mercados, mientras en el camino canta el togoroz, ave nacional salvadoreña.
También han sido muy populares en El Salvador la salsa, el tango, la cumbia y los ritmos tropicales contemporáneos. Hay orquestas nacionales legendarias, como las de Lito Barrientos, la Internacional Polio y la Atlacatl. Entre los ritmos evolucionados a nivel salvadoreño se destacan el Xuc y la Chanchona.